Gonzalo, su madre, la bruja y
el sacerdote
Gonzalo, es un joven adolescente que cursa ya el
cuarto año en la secundaria de su ciudad.
Generalmente, se lo nota
extrovertido, amistoso, gentil con quienes lo rodean. Es uno de los candidatos
con más chances de ganar las elecciones para presidente de su curso. Además,
forma parte del grupo scout y ayuda en el comedor comunitario que funciona en
la iglesia.
Sin motivo aparente,
luego de las vacaciones de invierno, comenzó a tener problemas con las notas de
la escuela, a ir con menos frecuencia a ayudar al comedor comunitario y su mamá
lo notaba más susceptible, malhumorado, casi violento.
Preocupada con esta
situación, y luego de charlarlo con sus amigas más íntimas, ella decidió
consultar a una bruja que le habían
recomendado. Llamó a la mujer y quedaron en verse en la casa de ésta, el
viernes por la tarde.
Cuando llegó a aquel
lugar, antes de tocar el timbre, ya sentía un hiriente remordimiento en su
conciencia por no haber sido su primera opción ir a ver al Padre Aníbal,
párroco local y confesor de la familia. Sin embargo, tomó coraje y tocó. Esos
instantes parecieron siglos…
Abrió la puerta una
anciana, de rostro cuarteado por la inclemencia del tiempo. En cuanto entraron,
la bruja encendió unas velas y comenzó a preparar una de sus conocidas pócimas.
Al terminar la
entrevista, Irma agradeció, pagó y se fue. Prometió nunca más volver a cometer
una locura como esa y salió derechito para la iglesia.
Cuando llegó, recién
terminaba la misa de la tarde. Se acercó a la sacristía para buscar al Padre
Aníbal, quien acomodaba los badajazos
en una pequeña vitrina. Guardó su casulla,
su estola y su cíngulo con gran cuidado, y se dispuso a escuchar a la madre.
Cuando terminó la charla,
la tranquilizó y le prometió hablar con el joven. Irma sabía que ahora estaba
en buenas manos y conforme, se marchó.
Al sábado siguiente,
mientras preparaban los tablones en el comedor, el sacerdote se acercó al
adolescente y le planteó las inquietudes de su madre.
Gonzalo le confesó que su
distracción provenía desde hacía un mes, del flechazo que sentía por una
compañera de la escuela.
Al final, tanto alboroto
por un amor no correspondido.
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